El Papa Julio II, encargó al artista Miguel Ángel Buonarrotti que pintase la bóveda de la Capilla Sixtina del Vaticano, Miguel Ángel se enfrento al encargo reorganizando el espacio a su manera. Esta
escena bíblica de la Creación aparece representada con el gesto
grandioso de Dios, el Dador de Vida, proyectado a través del contacto electrizante de los dedos que rozan a Adán, infundiéndole vida a través de los mismos.
La grandiosa representación la realiza con un dibujo firme logrado a
partir de aplicaciones de tonos claros y oscuros que crean un gran
efecto plástico. El dibujo diseña además los volúmenes perfectamente
delimitados. La perspectiva es una de las grandes conquistas de esta
secuencia, ya que hay una perfecta captación tridimensional que logra
con intrincados y complicados puntos de fuga y con unos perfectísimos
escorzos nunca antes realizados en la historia de la pintura. En el gigantesco Adán, Miguel Ángel representa a
una gran escultura, de tamaño mayor que el natural, fuerte, musculoso,
bello, que encarna la grandeza de Dios en el género humano, que es obra
del Creador. Tardó cuatro años en realizar esta magna obra, pero al final sus inmensos esfuerzos se vieron recompensados ya que despertó la admiración del público.
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